USO DE RAZÓN.  LOS CAUCES DEL RAZONAMIENTO. © Ricardo García Damborenea  

Copia en PDF para imprimir

LAS FORMAS BÁSICAS DE INFERENCIA:

 

INDUCCIÓN, DEDUCCIÓN E HIPÓTESIS

 

 

  

  Discurrir consiste en establecer una relación de dependencia convincente entre los datos disponibles y nuestra conclusión. A esta relación la llamamos inferencia. No basta con acumular enunciados. Si no se siguen unos de otros, no existe inferencia. Razonar es inferir y podemos hacerlo, siguiendo a los viejos maestros, por tres caminos: inducción, deducción e hipótesis.

 

   La inferencia inductiva parte de casos que nos parecen semejantes en algo para alcanzar conclusiones que generalizan dicha semejanza. Si usted observa que cada iglesia románica que visita está en el Norte de España, podrá generalizar (inducir) que  todas las iglesias románicas están en el Norte.

 

   La inferencia deductiva opera al revés. Si lo que uno afirma como conclusión se refiere a un caso dudoso, por ejemplo: Supongo que la iglesia de Frómista está en el Norte, podrá sostenerlo buscando am­paro en una regla (generalización) conocida:

 

           Todas las Iglesias románicas están en el Norte.

           La iglesia de Frómista es románica.

           Luego la iglesia de Frómista está en el Norte.

 

   Del contenido de las premisas deducimos la consecuencia. Aquí no es necesaria la observación. Nos apoyamos en lo conocido. Por eso, aunque no conozcamos Frómista ni de nombre, sabemos que si las premisas son ciertas la conclusión ha de serlo también, porque deriva necesariamente de ellas (está prefigurada en ellas).

 

           Según me dicen, todos los diputados tienen al menos 35 años,

           Y el señor Gundisalvo, al parecer, es diputado,

           Luego el señor Gundisalvo tiene al menos 35 años.

 

   Si uno logra que le acepten las premisas, todo el trabajo está hecho. El argumento es tan fuerte que la conclusión no se puede rechazar.

 

   La inferencia hipotética, trata de explicar los hechos. Por ejemplo: En pleno invierno y tras un puente festivo aparece Marta en la oficina con un saludable bronceado. No sabemos nada más, pero a partir de ese dato concluimos instantáneamente que ha estado esquiando. Tal vez nos equivoquemos, pero amparados en lo que sabemos de Marta, hemos escogido la mejor explicación. No es una inducción; tam­poco se trata de una deducción. Da la impresión de que nos inventamos las cosas, pero si tuviéramos que justificar la conclusión podríamos razonarla: Se ha puesto morena en pocos días, estamos en invierno, le gusta esquiar... La explicación más probable para estos datos es que haya estado en la nieve. Por eso concluimos tentativa, hipotética, provisionalmente, mientras no dispongamos de más información, que Marta ha pasado el puente festivo esquiando. Hemos realizado una hipótesis razonable. Los hechos podrán confirmarla o no pero, hasta entonces, es la mejor explicación disponible. La mayoría de los argumentos que encontramos en el mundo de cada día son hipotéticos.

 

   Hace un siglo que Pierce ideó, para estas tres formas de discurrir, un buen ejemplo que transcurre en una tienda de ultramarinos:

 

           Si veo que de un saco extraen un puñado de alubias y todas son blancas, induzco que todas las alubias del saco son blancas.

           Si me dan un paquete cerrado con alubias que proceden del mismo saco, deduzco, sin verlas, que son blancas.

           Si me dan un puñado de alubias y son blancas, supongo que proceden del conocido saco de las alubias blancas (digo supongo porque tal vez existan otros sacos aunque yo no lo sepa).

 

Si escribimos lo mismo en forma esquemática quedaría como sigue:

 

        Inducción: Cada alubia que sale del saco es blanca.

                                   Luego todas las alubias del saco son blancas.

        Deducción: Todas las alubias de ese saco son blancas.

                                   Este paquete contiene alubias de dicho saco.

                                   Luego las alubias de este paquete son blancas.

        Hipótesis: Todas las alubias de ese saco son blancas.

                                   Las alubias que me dan son blancas.

                                   Luego puedo presumir que vienen de dicho saco.

 

   En general, los argumentos basados en la experiencia u observación se expresan mejor inductivamente y se sostienen mostrando los casos individuales:

 

           Se matriculan más coches en Barcelona que en el resto de Cataluña: he aquí las cifras.

 

   Los argumentos que se amparan en leyes, reglas, definiciones, u otros principios ampliamente aceptados se expresan mejor deductivamente, mostrando que se puede aplicar la ley, la regla o la definición, al caso de que se trate:

 

           Los valencianos son españoles, porque Valencia está en España.

           Si vas a comprar merluza necesitarás más dinero, porque está a 12 € el kilo.

 

   Los argumentos que dan cuenta de informaciones fragmentarias o de signos, no tienen mejor camino que la hipótesis, y se defienden aportando razones que hagan plausibles nuestras conclusiones:

 

           Supuse que había un incendio porque ví salir humo por la ventana.

           Creí que no habías vuelto porque estaba la luz apagada.

         

   Es obvio que muchas cosas se pueden argumentar tanto inductiva como deductivamente. Un niño puede observar que cada vez que se mete en la bañera asciende el nivel del líquido (¡incluso hasta derramarse fuera!). Quien conoce las leyes de Arquímedes puede llegar a la misma conclusión sin recurrir a la experiencia. Claro está que ello exige que alguien (tal vez Arquímedes) se haya metido varias veces en la bañera para establecer la ley que los demás aplicamos, por ejemplo, en el baño de los niños. Tanto la inducción como la deducción examinan el mismo fenómeno (alguien se mete en la bañera) y la misma con­secuencia (asciende el nivel del agua). La hipótesis recorre el camino al revés: si sube el nivel del líquido, tal vez sea que alguien se baña. Si usted observa que cae agua por el techo de su cuarto de baño exclamará hipotéticamente: Ya se ha metido el gordo del piso de arriba en la bañera.

 

 

______________________________________________________________

 Resumen

 

        I. Inferencia es la relación de dependencia que establecemos entre razones y conclusión.

        II. Inferimos por tres caminos: inducción, deducción e hipótesis.

      III.La inferencia inductiva parte de hechos que nos parecen semejantes en algo para alcanzar conclusiones que generalizan dicha semejanza.

        IV. La inferencia deductiva se apoya en una regla general y en un caso al que puede serle aplicada.

        V. La inferencia hipotética, trata de imaginar la mejor explicación para los hechos.

_______________________________________________________________

 

 

Vea ahora el Diagrama de flujo para el análisis de un argumento 

 

 

  Copia en PDF para imprimir